5 de junio de 2011

Construirse

A veces hay que entrar dentro para volver a salir.
Permanecer en la quietud,
a pesar de sentir
que nuestro interior es un mar agitándose,
que no sabemos dónde poner los pies
ni si tenemos pies.

Al principio es duro
uno patalea como un niño
y sale huyendo hacia cualquier parte,
cualquier trozo de mundo que no sea uno mismo nos sirve
para intentar desdibujar nuestros fantasmas.

Pero si se tiene paciencia
después de pensar, reflexionar, llorar..., y hartarse de cuerpo entero
de repetir siempre lo mismo
hay entonces un pasito de gigante que aparece como una dulce huella
en tu renovado camino:
es una sensación de que tienes una casa que te acoge
y de que tu dolor se amortigua entre sus paredes mullidas,
son tus brazos que se han abierto para ti, al fin.

Estás ahí,
ya no hay que salir huyendo
has construido tu propio hogar
poco a poco todo tu ser va teniendo espacio en él
todas esas partes que antes desechabas
ahora las sostienes en tus manos,
como el que coge un pañuelo delicado,
y lo mira despacio admirando su color y su textura
su belleza
que no proviene sino de su autenticidad
de su vulnerabilidad que ya no se oculta.

Una mano
tu mano
está empezando a coser tus retales
y aún cuando en momentos todavía te sientes rota
sabes que hay un hilo que te va construyendo
y percibes algo parecido a la unidad
porque es un hilo de amor
que ha encontrado una fórmula para enseñarte
que por más roto que esté algo
cuando él pasa y lo toca
se acaban las fisuras
y llega el calor
que ilumina un tapiz completo, querido, único.
El tuyo.

2 comentarios:

Pluvisca dijo...

Lo has descrito maravillosamente, la verdad que me he emcionado.

Qué pocos son capaces e no huir de sus adentros...

Un abrazo

Reportera de interiores dijo...

Pues me alegro que te haya emocionado, surge de emoción de verdad, será por eso :). Sí, la verdad es que tenemos una costumbre de huír... que pa qué... :) Besos.