31 de diciembre de 2009

Parece más sencillo

Jaime encontró una pestaña en su mejilla y la cogió cuidadosamente con el índice y el pulgar. Desde que su hermana le había enseñado aquel juego cuando eran niños, lo practicaba cuando nadie le veía. Se quedó mirando fijamente la pestaña mientras sus labios se preparaban para soplar.

"El amor de mi vida... No, no, a ver si por pedirlo para toda la vida, no llega nada. Un amor, simplemente, aunque no sea para siempre... Seré imbécil, por no atreverme a pedir lo que quiero, me castigará el señor este de las pestañas y no me concederá nada. Bueno, o... un rollo, nunca se sabe por dónde viene el amor... ¡Ay, no me aguanto...! ¡Que desaparezca esta indecisión, por dios, sólo pido eso!".

Y sopló, cerrando muy fuerte los ojos y encogiendo el alma, como si quisiera hacerse muy pequeño para dejar de ser un obstáculo en el camino hacia su deseo.

28 de diciembre de 2009

No puedo con ella I

Ya no es esa angustia que me atenazaba la garganta
ese andar por las calles de luces como si el suelo no fuera para mí y me fuera a colar por cualquier grieta.
Ni esa rabia contra lo establecido
o esa impotencia ardiente.

Ahora es más
como si me saliera de la postal y la mirara desde fuera
estupefacta
incrédula
triste,
veo mucha gente comprando a la voz de "ahora hay que regalar"
reuniéndose con gente que no quiere ver, o al menos en ese momento,
sintiéndose muy triste porque echan de menos a alguien
pero lo echan mucho más de menos que en primavera o en otoño
sólo porque está escrito en el aire y en los belenes
que en estas fechas hay que estar juntos, hay que ser buenos.
También veo gente que se lo pasa bien, pero esa gente se lo pasa bien en cualquier otro momento.
Yo... yo.... yo...
nací rebelde, qué le voy a hacer.
No puedo con ella.
Es como una película lacrimógena de estrenos tv a nivel nacional (o mundial, pero me quedo en territorio conocido),
lo malo es que las lágrimas son de verdad,
es como si una mano invisible subiera el volumen de las emociones
y eso nos afecta a todos, creamos o no,
porque hemos nacido así, envueltos en este papel de celofán cuando llega ella.
Como un dedo que señala nuestros dolores
los pequeños, que pueden ser grandes en una noche o minuto determinado
y los grandes, de hospitales, muertes, ausencias.
¿Y por qué? Pregunto como una niña ingenua mientras miro la postal
¿Por qué?
Por qué tiene que impregnarlo todo
por qué no lo viven los que creen en ello y nos dejan respirar aire puro a los demás.

¿Por qué, por qué.... por qué...?
Por qué no dejan la postal virgen para que cada uno podamos dibujar lo que queramos,
ay, qué sensación de libertad sólo imaginarlo....
Quizá sea una utopía
pero quiero soñarla, abrazarla,
pensar que podría ser posible
o tal vez ir creando pequeños espacios
laboratorios donde haya sitio suficiente para pintar nuestros propios colores.

La reina de los besos, de Kristien Aertssen

Creo que voy a empezar a presentaros otra faceta mía más de lleno, aunque sólo sea porque no tengo mucho tiempo para escribir, como veréis últimamente. Es un cuento para niños bastante pequeños, por lo que volved por unos minutitos a la infancia, cerrad los ojos y escuchad. Si se os hace demasiado... paradlo y esperad una entrega para adultos (no tardarán).