Hoy he descubierto los charcos. Sí. Este año creo que voy a tener un buen otoño de charcos. Creo que al final eso que decía mi madre de "ay, cómo te gusta llevar la contraria, hija", va a tener su fruto. Mirar de repente al suelo y recrearme en los círculos concéntricos que creaban las gotitas de lluvia que iban cayendo, me ha traido hoy unos momentos deliciosos. Todo empezó así, buscando la instantánea de esos círculos hipnóticos, y uf, no llegó la primera no, costó muchísimo que estas bellas geometrías se decidieran a posar y, como podéis ver, tímidamente. Pero gracias a eso descubrí la puerta al mundo que se escondía detrás del espejo, de este bellísimo espejo situado justo frente a la Biblioteca Nacional, en Madrid.
Y he empezado a jugar... y me he encontrado con estas maravillas. No sé lo que verían los que pasaban junto a mí, pero yo estaba completamente obnubilada con esa ventana que había encontrado. Feliz y sorprendida a la vez de que algo tan sencillo como un charco, unas hojas secas y una imagen reflejada, pudiera producir tanta belleza; entonces he recordado algo que decía una profesora que tuve en un taller de poesía: lo que importa es la mirada. En el arte, y quizá en todo en la vida, pero en el arte..., se ha hablado muchas veces del amor, de la naturaleza... y se seguirá hablando mientras tengamos voz, pero lo que hace algo diferente es la forma en que se mira. Miradas hay tantas como personas. O casi.
Y parecía algo mágico..., un oasis encantado en medio del tumulto de la ciudad..., un charco encantado... que bailaba ante mis ojos...
Y no sólo lo parecía...
...es como si esta lluvia, que ha traído limpieza para nuestros pulmones, porque este olor fresco y arbolado dan ganas de bebérselo a pequeños sorbos..., hubiera venido a hacerme una limpieza de alma a través de ese bendito charco. Ha venido a decirme, mira, todo se renueva constantemente, se regenera, no te asustes, no pasa nada; por más que parezca que hay una hecatombe, que llega el fin, que se conjugan todos tus monstruítos para cogerte del cuello..., con un gesto sencillo, de repente, se desatan todos los nudos como si fueran de hilo de seda. Y sientes otra vez tus pies plenamente en el suelo y sonríes y das gracias a la vida. Así que desde aquí...
...desde esta sensación de lluvia en el alma que tengo aún, quiero enviar un soplido mágico (fiuuuuuuuuuuuuu) de lluvia fresca y regeneradora, a todos los que estéis leyendo esto y en especial a los que tengáis algún dolor, alguna pena, algo que os esté nublando la vista o que os esté oscureciendo un poco el día. En cada gota está reflejada la alegría de estar vivo, que ya es una estupenda noticia, y un mundo de posibilidades que se abren. La posibilidad de amar... (porque hay que perder el miedo a hablar de amor), el amor con minúsculas y el AMOR con mayúsculas, aunque el amor con minúsculas..., uf, la verdad es que también... tiene sus mayúsculas, ...decía que hay que perder el miedo a hablar del amor, hay que quitarle esa connotación absurda y romanticoide que ha adquirido gracias a todo tipo de negocios que se crean a su costa, y que no tiene nada, absolutamente nada que ver con el amor. Así que os envío mucho amor y muchos deseos de que estéis bien, seáis felices o al menos tengáis un camino de baldosas amarillas que seguir con ilusión, como en El mago de Oz.