30 de mayo de 2011

Cosquillas en el cerebro

A veces, como el que se pone una prenda que no es de su talla, nos ponemos el hombre o la mujer equivocados.

Llevamos mucho tiempo buscando nuestra talla y un modelo que nos guste, pero no hay manera. Así que un buen día (o quizá no tan bueno), ofuscados, cansados de vagar de tienda en tienda y con la vista algo nublada por la necesidad, o así lo llamamos, salimos del establecimiento al fin con una bolsa. Sí, con un… apaño.

En realidad no es el modelo que buscábamos y es un poco estrecho… de hombros. Bueno, tampoco abriga tanto, pero total, ya viene la primavera. Nos damos todas las razones del mundo para no reconocer que nos hemos llevado a casa el hombre o la mujer equivocados, pero acabamos dándonos cuenta, aunque a veces tardamos días, meses, o incluso años. Años con la persona equivocada: "Me cuesta reconocerlo, pero un poco pequeño si se me queda. Es majo, incluso adorable..., pero no me llena, no podemos mantener una conversación profunda. Se asusta, no quiere mirar más allá." "Demasiado ceñida al cuello, me ahoga un poco. Es un cielo, pero todo el día detrás de mí para ver qué hago y qué no."

Y entonces uno maldice el momento en que se ha dejado camelar por esa ridícula oferta de “Los últimos de la temporada”: pase, y llévese uno. Están rebajados, le costará menos conseguirlos porque en el fondo no es lo que quiere y eso siempre impone menos, no creemos que tengamos que estar a la altura. No lo piense mucho, que si se agotan, ya vendrán los de la nueva estación a precios que quizá usted no pueda permitirse: tener una autoestima en condiciones para esperar y elegir al que realmente le haga cosquillas en el cerebro.

12 de mayo de 2011

La gran importancia de las pequeñeces

Quién no ha sentido en su propia piel el resultado de pequeños malos actos. En todo, desde una clase hasta un organismo público. Puedes aprobar o suspender, realizar la gestión que alguien te facilita o verte frustrado porque aplica esas lagunas legales y dificulta al máximo tu proceso. Uno puede elegir entre facilitar en lo posible la vida a los demás, incluso endulzarla, o con gesto adusto y mirada indolente poner una piedra en tu camino. Una mala información sobre un proceso de selección puede determinar tu suerte. Para obtener una subvención, una ayuda por discapacidad… La lista es infinita.

No deja de sorprenderme lo importantes que somos. Cada uno. Cada minúsculo ser humano en este gigante engranaje tiene poder. Y eso es lo que, consciente o inconscientemente, utilizan los del lado oscuro. Todos tenemos un mal día, pero hablo de los que actúan así por decreto interno. A mí me asombra. Uno puede poner un granito para favorecer a alguien, aunque sea una aportación diminuta, y elige congelar el aire a su alrededor y demostrar que tiene poder sobre ti, que sabe poner zancadillas y no tiene por qué hacer lo contrario.

Hay un tercer supuesto. El de alguien que está en medio de la persona que podría ayudar y la que requiere algo. Cuando me encuentro ahí, siento que tengo las manos atadas, intento que se incline la balanza hacia la luz con buenas formas, me indigna que por el superpodercito de esta persona ínfima se ponga una zancadilla más. Gritaría, la agitaría, pero mi casa y mi nevera dependen de esto. Estoicamente traslado un mensaje no amable con mi voz más cálida y maldigo al ser no humano.

Poder. Curiosamente, sospecho que esos seres ínfimos de alma, se sienten muy poca cosa y pretenden así inflar su ego. Habría que informarles de que con un paso al otro lado, al de la sonrisa y la mano tendida, engordarían mucho más su pobre personita, crecería inconmensurablemente su ego y todo lo que lo recubre. La luz al poder.

10 de mayo de 2011

Poema prosaico para un dulce capricho

Hoy he tenido un encuentro con l.c.
hacía muuucho tiempo que no ocurría
intento cuidar mi corazón y l.c.
desafortunadamente
no es lo más apropiado para él.
Pero ese rato, mmmm...
es incomparable
provoca
hoy lo he decidido
orgasmos platónicos.
Los que sentís pasión por la leche condensada
sé que me entendéis,
los que no
qué puedo decir
intentadlo de nuevo.

4 de mayo de 2011

La llave de seda que abre el corazón



Acabo de abrir este archivo en una web de una productora de sonido, como el que abre un documento cualquiera que quiere ojear. No dejo de sorprenderme del poder que tiene la música sobre nosotros, sobre mí.

Me he sentido como si un gigante me agitara de repente y tocara sin pedir permiso mis entrañas. En realidad, no era un gigante, era una mano invisible, suave, que ha sabido encontrar la puerta para desarmarme. En ese momento, todos mis tejidos sensibles se reúnen y hacen planes de salir volando hacia tierras imposibles (o inconvenientes); ellos no entienden de esas estupideces, sólo quieren su alimento. Me veo transportada de repente al centro de mí misma. ¿Es bonito? No sabría. Es vital, pero intenso, demasiado intenso a veces. Aunque basta con que cese la música para ir volviendo lentamente a la periferia, conservando un sabor agridulce del viaje repentino.

Somos un complejo entramado de luces, que se apagan y encienden en función de tantas cosas... Hay zonas que pueden permanecer apagadas décadas, incluso una vida entera. Hay zonas que, quizá, no hemos visto jamás. Hay luces que en cuanto se encienden las apagamos como el que tira un zapato a una bombilla, desesperado por borrar ese escenario. (...) Y qué no va a pasar entonces con los demás, con el mundo, si no manejamos ni nuestro cuadro de luces.

Pero no quiero acabar esta entrada en la penumbra. Una de las cosas más bellas que existen es ir alumbrando un camino que estaba oculto y queriendo a ese paisaje que se revela. Y hay muchas manos que acompañar para no recorrer solos todo el viaje.