5 de octubre de 2010

Pensando en ti

descubro
una sonrisa
desconocida para mí.

Pero tan mía...
Hacer planes a largo plazo, con ilusión, pero jamás por eso hipotecar el presente. Vivirlo día a día, llenándolo de amor, que es al final lo que lo LLENA. Porque una mano por encima de nosotros nos mueve como a fichas*, sin preguntar qué planes teníamos.

* Esta imagen seguramente la he sacado de este poema de Borges que leí en su día y cuyo final me sobrecogió como cada vez que vuelvo a leerlo.

Ajedrez, de Jorge Luis Borges
I
En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?