17 de enero de 2010

Después de un día negro
conviene utilizar un buen suavizante que llegue hasta el último rincón de nuestro ser.

Para suavizar la mente un poco de meditación
con un toque de notas calmas, muy calmas.
Para el alma, un poema de los que te traspasan
y te hacen sentir parte de un todo.
Para el corazón, una música suavecita, que te cante al oído
(si cantas tú con ella, hace mucho más efecto).
Y para la piel...
la que nos comunica con el exterior
un bañito tibio de caricias
(no importa si son autocaricias si no hay alguien cerca, incluso mejor, es una bonita forma de reconciliarse con uno mismo)
y para todo nuestro cuerpo por dentro
ese que habitamos dejando huellas de cada pensamiento y deseo,
una de las grandes delicias de la vida
bailar,
busca tu canción de ese momento
una de esas que te llegan directamente a las células y se mueven solas
más rápido o más lento da igual (la música clásica se puede bailar)
olvida todas tus ideas sobre hacerlo bien o mal
y siéntete una hoja movida por el viento.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sacrificium, de Cecilia Bartoli.

Difícil imaginar algo tan bello y virtuoso construído sobre tanto sufrimiento.
J.

Pluvisca dijo...

Yo no sabrí adecirlo mejor:

..."y para todo nuestro cuerpo por dentro
ese que habitamos dejando huellas de cada pensamiento y deseo,
una de las grandes delicias de la vida
bailar",...

Y es que bailar es lo mas de lo mas para dejarse ir, flotar, bufff.

Me llegó tu escrito, está lleno de emoción y ternura

Un petonet (Un besito)