3 de febrero de 2013

Conocerse a sí mismo o cómo pelar una cebolla infinita

Cuanto más me conozco, más entiendo a Sócrates ("Sólo sé que no sé nada") y más me sorprende lo poco que sé de mí. Será por eso que he oído decir más de una vez a Jose Luis Sampedro que se sigue conociendo cada día (a sus noventa y muchos años). Ante esta (¿sabia?) apreciación, supongo que sólo queda tomarse una buena ración de humildad, o incluso dos y hacer acopio de mucha paciencia, incluso un poco más. Qué razón tiene el budismo cuando dice que nos desprendamos del ego, que buen daño nos hace.

Uno piensa en eso tan rimbombante de conocerse a sí mismo y nuestro ego se empieza a inflar, como si fuera a ganar algún premio. Pobre ingenuo, qué equivocado está. Si uno se pone de verdad a ello (para lo cual primero hay que remangarse y coger mucho aire, como cuando vas a bucear sin snorkle) se va quedando cada vez más desnudo. Y como esto da frío, volvemos a poner otra capa encima y otra vez a quitarla y así transcurre nuestra vida de cebolla, que hace llorar a los demás cuando nos ven..., de pena. No es tan... glamuroso esto de intentar conocerse a uno mismo. Pero, y ahora fuera de broma, pero eso sí, con sonrisa, creo que es la única forma honesta y que merece la pena para vivir una vida mínimamente decente. Por uno mismo y por los que le rodean.

[Esta entrada en realidad pertenece ya más al blog La revolución interior, que es en lo que hace tiempo tengo puesta la energía, pero su gestación está siendo tan larga que va a nacer ya crecidita. En fin, que sepáis que mi corazón está ya allí, espero que os llegue pronto la transmisión.]

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias Ana por tus palabras y brindar también Semillas de Amor y servicio a este mundo que lo necesita y evidentemente, necesitamos. Un abrazo y Feliz Vida!
(Felipe Juan desde la Ong AdA en Canarias)