4 de mayo de 2011

La llave de seda que abre el corazón



Acabo de abrir este archivo en una web de una productora de sonido, como el que abre un documento cualquiera que quiere ojear. No dejo de sorprenderme del poder que tiene la música sobre nosotros, sobre mí.

Me he sentido como si un gigante me agitara de repente y tocara sin pedir permiso mis entrañas. En realidad, no era un gigante, era una mano invisible, suave, que ha sabido encontrar la puerta para desarmarme. En ese momento, todos mis tejidos sensibles se reúnen y hacen planes de salir volando hacia tierras imposibles (o inconvenientes); ellos no entienden de esas estupideces, sólo quieren su alimento. Me veo transportada de repente al centro de mí misma. ¿Es bonito? No sabría. Es vital, pero intenso, demasiado intenso a veces. Aunque basta con que cese la música para ir volviendo lentamente a la periferia, conservando un sabor agridulce del viaje repentino.

Somos un complejo entramado de luces, que se apagan y encienden en función de tantas cosas... Hay zonas que pueden permanecer apagadas décadas, incluso una vida entera. Hay zonas que, quizá, no hemos visto jamás. Hay luces que en cuanto se encienden las apagamos como el que tira un zapato a una bombilla, desesperado por borrar ese escenario. (...) Y qué no va a pasar entonces con los demás, con el mundo, si no manejamos ni nuestro cuadro de luces.

Pero no quiero acabar esta entrada en la penumbra. Una de las cosas más bellas que existen es ir alumbrando un camino que estaba oculto y queriendo a ese paisaje que se revela. Y hay muchas manos que acompañar para no recorrer solos todo el viaje.

2 comentarios:

Pluvisca dijo...

Siempre quedan cosas que despertar, a mi me ocurrió cuando decidi tener animales, algo dentro de mi se despertó, algo que nunca antes habia sentido...

Un abrazo guapa

Reportera de interiores dijo...

Supongo que sí. Lo de los animales lo tengo pendiente, para cuando tenga la casa de campo ;-). Porque es verdad que me encantan. Gracias por pasarte. Besos.