...ni su marido
ni su hija
ni su perro.
Su marido agacha las orejas,
su hija esconde su vitalidad,
tan bien la guarda que un día la buscará
y no recordará dónde la puso.
Tan bien la olvida
que un día no la buscará.
Ella nunca sonríe
arrastra su bola invisible de presa
y toca con ella todo lo que mira.
Ella nunca sonríe
no sea que entre un rayo de sol por esa leve hendidura
y destruya su universo de hielo.
Ella nunca sonríe
no sabe que existe un reino más blando
más dúctil que su cara,
una puerta de luz
que yo tampoco soy capaz de dibujar para ella,
me toca con su bola
y me convierto en su clon por un rato.
1 comentario:
Que triste!!!
Y el que va con un cojo cojea...
Hay que abrirle ventans, aunque al principio se deslumbre...
un abrazo
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