20 de noviembre de 2010

Reflexiones en la almohada

¿Cuántas vidas hacen falta para cambiar? Tantas que no sé si con tu alma de gata será suficiente. Curioso lo difícil que es mudar la piel y lo fácil que es romperse, aunque desde fuera no se note ni un rasguño (¿o sí?). Mudar la piel es un acto consciente que llega después de haberse vuelto muy flexible y de aceptar el dolor que supone despegarse de la propia armadura. En cambio, romperse es todo lo contrario. Uno aleja la vulnerabilidad para no sentir el dolor y se vuelve duro como el cristal. Y así, siendo de cristal, es muy muy fácil hacerse añicos.

5 comentarios:

Pluvisca dijo...

Bufffffffffff, no pudistes decirlo mejor.

La fragilidad va unida al romperse en añicos y es porporcional a la dureza que ponemos en nuestra coraza.

Un abrazo sin ocraza

Ana A. dijo...

Qué bueno niña ... como llegamos a ser cristal ... brutal!

Besos linda, esta vez desde Madrid.
Muas!

Anónimo dijo...

Hay abdómenes de bohemia que nunca se podrán romper, con la piel suave tras mudarse...y hay corazones de hormigón frágiles y ásperos como flores de papel.

Un besazo Ana y gracias por reaparecer con tanta fuerza, frescura y vitalidad!!

Bárbara dijo...

.... Me encanta!!
:)

Reportera de interiores dijo...

Gracias, Pluvisca, por tu abrazo sin armadura :)

Anita..., uy, qué cerquita estaban estos besos, si un día de esos tienes tiempo y te apetece, me los puedes dar en vivo, ahí lo dejo... ;-) Más besos pa ti también.

Anónimo M.A., qué imágenes tan potentes, guau! Así somos... Otro besazo para ti, y creo que nos vemos pronto si andas por allí un martes de estos.

Bárbara, me alegro! Qué bien verte por aquí otra vez. Un beso.