14 de marzo de 2011

Esto es una historia real

Autobús. Madrid. Seis de la tarde.

Un hombre se dirige con un carrito de bebé a la puertas de atrás. Subo al autobús. Otro hombre se acerca a la puerta delantera y le dice al conductor: "Ha pillado el carrito de un niño", a lo que el conductor le responde: "Yo tengo que hacer mi trabajo". El hombre, con carrito más niño viene de vuelta hacia la puerta delantera, sube al autobús e increpa al conductor, que responde que por ahí no se puede entrar, que cumple con su obligación. El hombre del carrito (sudamericano) le dice, gritando, que no le grite, que le trate como a las personas, y repite, que le trate como a las personas. Entra hacia dentro refunfuñando para rebajar su humillación, con su hijo y su mujer, que acaba de entrar en escena como salida de la nada y plegada hacia dentro, como si quisiera hacer desaparecer su cara.

No pasa un minuto cuando aparece un señor cojo y se queda de pie agarrado a una barra. Otro hombre le ve y le ofrece un asiento en el que está sentada una chica, visiblemente molesto porque nadie se digna a ofrecérselo. El hombre que cojea, le dice que no, gracias y el otro insiste un buen rato, la chica se levanta sintiéndose violenta y no sabiendo dónde meterse, ella no debe conocer el secreto de plegado de la mujer del hombre del carrito. Definitivamente dice que no y el otro considera que ya ha hecho bastante y logra dejar de insistir, dejando a su alrededor un aire de incomodidad que tampoco encuentra asiento.

Ya llevaba un rato el hombre anterior insistiendo cuando entra una chica joven, unos veintipico, hablando por el móvil. Está enfadada, se defiende, parece que al otro lado la están recriminando. "Que no, que yo no te he colgado, que me has colgado tú, que no...". Argumenta un exceso de control, que está harta, pero que ella no ha colgado. Yo no sé quién cuelga, pero durante unos diez minutos sigue la misma conversación, con lo que uno de los dos interlocutores está colgando, evidentemente. Y el aire, apenas recuperado del señor del carrito y aún muy afectado con el otro señor que quería ayudar al hombre cojo, se empieza a cuartear alrededor de la chica que nunca cuelga el teléfono y se propaga por el interior del autobús una nube de pena sin procesar que tiene aspecto de nube de guerra. Es lo que ocurre con las penas en bruto, se convierten muchas veces en gritos y hielo, sin que nos demos cuenta.

Yo, atónita y tomando notas, giro la cabeza de un lado a otro según van apareciendo los personajes. Parece un happening más que una escena real.

Es urgente amar. Urge un bombardeo a discreción de endorfinas, ¿cómo es que los políticos no se dan cuenta? Marihuana, éxtasis, no sé... Cualquier cosa menos esto. No soy demasiado amiga de las drogas, pero esa tarde me dio que pensar. Nos asustamos de lo que se conoce como drogas y la realidad es que hay media población empastillada, otra media si no alcohólica, con altos niveles en sangre. Quizá ya más de media, con labios, tetas, culos y pómulos que no les corresponden. Hasta las niñas compran tetas nuevas que les pagan sus padres como premio a los estudios. Qué paradoja, no serán estudios de filosofía o psicología, ¿no?

Es inaplazable incluir una nueva asignatura en los colegios: cómo ser feliz. Y con la misma importancia que las matemáticas, recuperar cuando se suspenda y no pasar de curso hasta que no se consiga conocer a fondo. Pero mientras tanto, llamadme romántica o cosas peores, pero ya estoy ideando un sistema para que la hierba de la risa o la pastillita del amor, nos llegue a todos casi sin que nos demos cuenta y en pequeñas dosis, que tampoco es cuestión de que nos dé un síncope ni aunque sea a costa de la felicidad.

3 comentarios:

Pluvisca dijo...

Es hermoso tener esperanza en que va a cambiar la cosa, pero los humanos somos asi, nos movemos mas comodamente entre la agresividad, el morbo y la desisia...

Ojala hubiera una cicilización capaz de enseñar a ser feliz, pero la nuestra no quiere, no le conviene...

un abrazo

Reportera de interiores dijo...

Bueno, no es que piense que vamos a cambiar todos, pero sí me moviliza el tema y creo en los pequeños cambios de cada uno. Me encanta cuando hablo con algún desconocido, un dependiente de una tienda o cualquiera con quien surja una breve conversación, y surge un momento de magia. Traspasamos las fronteras, hablamos, nos sonreímos, la energía se palpa en el ambiente y uno se va mucho más a gusto. Creo que es bonito estar atento y abierto a esas cosas.
Un besazo,
ana

Ximo Segarra "ACAPU" dijo...

Te voy a insultar:






¡Romántica!




Hala, ya está.





Creo en esos pequeños detalles, esos breves momentos que pueden crearse con un poquillo de esfuerzo... Hay mucha tensión, recriminaciones, cuentas pendientes, desprecios, miedos al desprecio, prisas, mentiras, cuelgues y más cuelgues. No, no está la solución en los cigarrillos de la risa o en pastillitas de colores, sé por experiencia que no está ahí al solución (aunque en según que momentos o en según qué etapas pueden ser la única ayuda efectiva), las soluciones (las pequeñas soluciones) están en esos pequeños riesgos...
esas pequeñas sonrisas que siguen empeñadas en seguir surgiendo, a pesar de los pesares.

Bueno, me enrollé, y yo sólo quería insultarte, ya ves.

Pues eso: ¡Romántica! ¡Eres una romántica!

:)

Un abrazo Ana.