7 de octubre de 2008

Tu boca sabe por qué

Hoy está muy de moda eso de conciliar la vida laboral con la familiar; tú darías una buena suma por conciliar sìmplemente tu cerebro con tu corazón. Cómo pueden estar tan cerca y tan lejos. Cómo puedes afirmar algo con una contundencia pasmosa y de pronto sentir otra cosa que no tiene nada que ver. Dónde está tu centro. Quién te gobierna. Piensas que la mente, por supuesto, es la racional, la que sabe, es ahí donde te tienes que apoyar, sin duda. Pero entonces, qué mala pasada es la que intentan jugarte tus emociones, qué ocurre, se te está nublando la vista, ten cuidado, estás empezando a no ver lo que sabes que ves. O a ver lo que no veías. Te dan ganas de cerrar los ojos, ¿verdad? y deslizarte placenteramente por la pendiente como en un juego de niños. Soltar el mando. Tampoco tienes tan claro que sepas qué hacer con él. Sólo quieres reírte y jugar. Olvidar las consecuencias. No calcular los daños. Estás harto de medir. Harto. No te sale nada al derecho, ni midiendo, ni siendo desmedido (suponiendo que alguna vez hayas rozado ese extremo). Entonces qué mas da. Desmelénate, si te dejan, hasta que se acabe la partida. Cuál es el miedo, dónde está. Tócalo. Arrincónalo. Que no aborte cada uno de tus pasos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hazlo!, al final.....nada importa nada

Anónimo dijo...

Al final nada importa pero en el camino si. Ya lo sabemos. Una pena.
Jose

Reportera de interiores dijo...

¿Nada importa? No sé. Estoy en blanco, la verdad.

Gracias, Anónimos.