4 de agosto de 2006

El sabor de las palabras

Me gusta la palabra aroma
porque hace viajar mi mente
hasta lugares remotos.

Me gusta la palabra vieeento,
desordena mi pelo y refresca mi frente.

Me gusta la palabra bululú:
juega con voces que no son suyas (¿o sí?)
como mi lengua cuando la pronuncia.

Me gusta la palabra ámbar,
cae sigilosa, como si supiera que es la hora de la siesta,
haciendo eco en mi paladar.


No me gusta la palabra anafiláctico,
intuyo un feo significado y se me clava en el omóplato.

No me gusta la palabra hipoteca,
golpea mis dientes con una certeza: aún no son míos.

No me gusta la palabra impotencia,
porque ata las manos, porque aunque te vuelvas del revés
sigue ahí.

No me gusta la palabra perfecto,
empieza desafiando mi dicción
y termina juzgando mis acentos, mis tiempos verbales,
las cortinas de mi casa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Este poema es tambien, a su manera, una declaración de principios.

Suerte con tu nuevo sarao.

Luis Vence dijo...

Hola Ana!

Felicitaciones por tu blog y por animarte! Es sólo cuestión de dar el primer paso, como en todo.

Me gusta mucho esta reflexión tuya sobre la forma de las palabras. Por ejemplo, al respecto, recuerdo que Borges decía que le gustaba la palabra luna o, en griego, selene. Pero que mucho más le impactaba la circularidad de la palabra en inglés: moon. Es decir, circular como la luna. A veces, las palabras siguen en sus formas a las cosas.

Un beso,
Luis.

Anónimo dijo...

Qué buena la última estrofa de esta poesía. Si no fuera porque no te gusta la palabra, diría que es perfecta, casi prosa.
A pesar de ser neoludita y no ser lector habitual de poesía, me ha gustado visitar tu blog. Ánimo y mucha suerte en todo. toni.