11 de febrero de 2007

Una mañana de sábado

Hoy me he parado a admirar una floristería pequeñita que hay en mi barrio. Lo sacan todo a la calle, y siempre tienen cosas delicadísimas. Tulipanes morados, centros de flores con detalles diminutos y precisos, que son como mini jardines, pequeñas ciudades del edén. Observarla es detener el tiempo y dejar que la belleza te empape.

Mientras estaba en esa fase de soñar despierta se ha colado en mi nariz, y en todo mi cuerpo, el aroma indescriptible del pan recién hecho, que salía del horno que hay junto a la floristería. He respirado ese pan y por un instante me he sentido transportada al pasado, no sé bien a cuál, pero a algo auténtico y entrañable.

Quizá esa conjunción ha hecho que no pudiera resistir la tentación de entrar a comprarme esa rama de cerezo que hace tiempo me prometí. Traspasar esa puerta es como entrar al País de las Maravillas: unas bolas transparentes cuelgan hoy del techo, tienen unas pequeñas figuras dentro que parecen iluminadas de forma tenue. Ramas de cerezo con formas sinuosas rodean la breve pared de la tienda. De una planta cuelga un adorno de cuentas en forma de cascada. Y si miras el pequeño escaparate, nadie podría decir que es pequeño porque es inmenso en sus detalles. Va cambiando según la estación y, quizá, según el estado de ánimo de su creador. Yo he visto pasar por él, nieve, pero nieve cayendo, ríos en movimiento, multitud de gnomos, y seres fantásticos, animales diversos, mágicas iluminaciones...

Recuerdo cuando la descubrí: estaba emocionada y me apetecía transmitírselo, agradecérselo, al dueño, a quien atribuyo la creación de todo ese mundo mágico. Era un chico de unos treinta y tantos, con una expresión árida en su cara y palabras escuetas, nada acogedoras. Ya no recuerdo bien si se lo llegué a expresar o no, atemorizada ante su frialdad, pero fue y sigue siendo un enigma para mí. ¿Es que se seca después de construir ese pequeño bosque? Toda la frondosidad y belleza que le rodean no parecen afectarle, cuando te atiende es cordial sin excesos y su sonrisa no se asoma nunca al vergel de su tienda. Es un pequeño desierto en medio del oasis que él mismo ha construido.

9 comentarios:

Tania dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Tania dijo...

Muy lindo texto. Qué mirada tan llena de delicadeza tú tienes!

Cuanto al chico, no sé... pero mucha gente esconde detras de una aparente frialdad heridas y dolores... y para crear algo tan hermoso...

Um abraço afetuoso! :)


(pd- ay, Ana, disculpa, el comentario anterior yo que he cometido un buen error gramatical...)

Reportera de interiores dijo...

Gracias Tania. Tienes razón, puede que haya dolor detrás.

No hay nada que disculpar, bastante bien escribes para ser brasileña. Por cierto, estoy perpleja, aparece tu comentario borrado, pero yo no lo borré. Qué extraño, ¿no?

Te dejé un comentario a tu comentario :) en el poema de vivir, dormir... no sé si lo viste. Dame una señal para saber que lees los comentarios que dejo aquí, vale, que no sé muy bien.

Un besazo,

ana

Tania dijo...

Hola Ana:

Bueno, el comentário fue yo quien lo borré, intentaba editarlo...

Sobre tu comentário en el poema, sí,sí, lo he visto y me has emocionado con tus palabras generosas. Muchisimas gracias haberme recibido con un abrazo tan afectuoso y vivo.

Lo cierto es que me alegro por este medio hacer posible encontrar tierras como éstas, habitadas por personas como tu.

Un abrazo fuerte y feliz semana, :)

Juan B. Morán dijo...

Hola Ana
Gracias por la visita a la exposición.

Creo que Tania tiene razón, detrás de la indiferencia debe haber algo. Acaso la frialdad es una máscara, una autoprotección.

Retratas con hondura la escena.

Besos

Luis Vence dijo...

Querida Ana, cómo estás? Este texto me encantó, cuando lo leí me llamó la atención el efecto en mí. Y es que transmites muy bien en él cómo se impregnaron tus sentidos. Y me lo trasladaste a mí. Maravilloso.
Y eso también me hizo recordar de cómo la memoria se impregna de extrañas formas en nuestro ser. Por ejemplo, en mi caso, tengo una memoria olfativa bastante aguda, en el sentido de que cuando huelo un aroma, un perfume muchas veces recuerdo momentos exactos con mi madre, en mi niñez, mi casa... Fascinante.
Un beso, Luis.

Reportera de interiores dijo...

Hola, Juan

sí, supongo que tenéis razón. Pero en este caso, no sé por qué, me sigue sorprendiendo, no sé, como si hubiera algo detrás. Quizá intente investigar. ya os contaré.

Un abrazo

ana

Reportera de interiores dijo...

Luis,

qué alegría verte de nuevo. Sé que has estado de vacaciones... :-) Espero que disfrutaras mucho.

Qué bien. Hay veces que dudo si escribir algo, porque no es un poema o me parece algo inclasificable, y luego muchas veces tengo grandes respuestas.

Pues yo también tengo mucha memoria olfativa, sabes? y me encanta además, me parece como magia a veces lo que es capaz de traerte un olor. Quizá por eso conectaste con el texto.

Un abrazo grande

ana

Anónimo dijo...

La capacidad de adaptación de las personas es sorpredente: podemos dejar de maravillarnos de aútenticos paraisos.