7 de septiembre de 2009

Una sonrisa tuya bastará para sanarme

Hoy ha venido un chico nuevo a la oficina, ha sonreído y me ha llenado el día. Es de otras latitudes y traía una sonrisa ancha, como de hombro a hombro, de continente a continente, de humano a humano. De no importarle nada (nada) que los demás vean que se entrega todo él en ese acto sagrado de sonreír (en él, lo juro, es un acto sagrado). Creo que es lo que busco cada vez más: sonrisas; es lo que más me compensa. Sonrisas con luz, esas que vienen de dentro, muy adentro, y después de dibujarse en la cara se quedan un buen rato, y dejan a su alrededor un aire lleno de sentido. Creo que la mejor forma de atraerlas es cultivar la propia como si fuera nuestro principal alimento (que quizá lo sea). De modo que cuidaré la mía cada día con los mejores pensamientos y con la idea de que, sin duda, lo único que en este loco mundo nos inyecta auténtica vida es otro ser humano delante que nos da lo mejor que tiene sin envoltorios ni restricciones.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No hace falta que te esfuerces mucho. La sonrisa es una de las mejores cosas que tienes.
Suerte con el sonriente. Nunca se sabe.
J.

Reportera de interiores dijo...

Bueno, muchas gracias, J., pero podría hacerlo no digo mejor pero más :)

A.

Ana A. dijo...

Es todo un tesoro encontrar nuestra propia sonrisa, esa de verdad ... hubo un tiempo en el que estaba aferrada a una sonrisa de mentira que me servía de escudo ... y esa duele.

Besos desvelados (por el calor ... en casa de mi madre tienen calefacción matasonrisas :P)