20 de noviembre de 2008

Escúchala

Creo que la enfermedad muchas veces es
echar a andar hacia el lado contrario de tu alma.
Uno deja de alimentar sus deseos, sueños, afectos
no le da a su alma calor
y ella deja de darle calor a uno,
que se empieza a quedar frío, vacío, como oxidado
y camina, camina, camina..., como el que va ciego y sordo.
Ella no habla de números
no entiende de productividad
pero al final los números acaban saliendo mejor con ella
no digo los de la cuenta bancaria, que quizá también,
sino los que de verdad cuentan:
el número de veces que tu sonrisa enciende tu pequeña calefacción interior,
cifra que se va multiplicando a cada gesto, a cada mano que te toca
y te encuentra
a cada momento de plenitud.
La plenitud no es algo gigante que sólo pasa en sitios grandes y a gentes de gran talla
es algo chiquito que sale de un rincón interno
en cualquier pequeño instante
que uno siente un milésimo trazo de amor.
Lo que ocurre es que nuestras células se ensanchan
y pareciera que hay más sitio dentro de uno mismo.
Y estoy convencida de que lo hay.
Uno respira mejor, se mueve mejor, sonríe mejor
cuando una brizna de amor le toca la frente o el hígado.