25 de febrero de 2007

Roble

Viajo por tus raíces
y encuentro templos de miel
palabras jugosas
consuelos rotundos.

Cuevas de luz
donde viven los sueños
cuando estamos despiertos.

11 de febrero de 2007

Una mañana de sábado

Hoy me he parado a admirar una floristería pequeñita que hay en mi barrio. Lo sacan todo a la calle, y siempre tienen cosas delicadísimas. Tulipanes morados, centros de flores con detalles diminutos y precisos, que son como mini jardines, pequeñas ciudades del edén. Observarla es detener el tiempo y dejar que la belleza te empape.

Mientras estaba en esa fase de soñar despierta se ha colado en mi nariz, y en todo mi cuerpo, el aroma indescriptible del pan recién hecho, que salía del horno que hay junto a la floristería. He respirado ese pan y por un instante me he sentido transportada al pasado, no sé bien a cuál, pero a algo auténtico y entrañable.

Quizá esa conjunción ha hecho que no pudiera resistir la tentación de entrar a comprarme esa rama de cerezo que hace tiempo me prometí. Traspasar esa puerta es como entrar al País de las Maravillas: unas bolas transparentes cuelgan hoy del techo, tienen unas pequeñas figuras dentro que parecen iluminadas de forma tenue. Ramas de cerezo con formas sinuosas rodean la breve pared de la tienda. De una planta cuelga un adorno de cuentas en forma de cascada. Y si miras el pequeño escaparate, nadie podría decir que es pequeño porque es inmenso en sus detalles. Va cambiando según la estación y, quizá, según el estado de ánimo de su creador. Yo he visto pasar por él, nieve, pero nieve cayendo, ríos en movimiento, multitud de gnomos, y seres fantásticos, animales diversos, mágicas iluminaciones...

Recuerdo cuando la descubrí: estaba emocionada y me apetecía transmitírselo, agradecérselo, al dueño, a quien atribuyo la creación de todo ese mundo mágico. Era un chico de unos treinta y tantos, con una expresión árida en su cara y palabras escuetas, nada acogedoras. Ya no recuerdo bien si se lo llegué a expresar o no, atemorizada ante su frialdad, pero fue y sigue siendo un enigma para mí. ¿Es que se seca después de construir ese pequeño bosque? Toda la frondosidad y belleza que le rodean no parecen afectarle, cuando te atiende es cordial sin excesos y su sonrisa no se asoma nunca al vergel de su tienda. Es un pequeño desierto en medio del oasis que él mismo ha construido.